Son cinco los bosques de Euskadi donde el otoño muestra todo su esplendor, todos sus
colores, pero también toda su melancolía.
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HAYEDO DE BURBONA
Toda la vertiente suroccidental del macizo de Gorbeia está cubierta
por un extenso y frondoso bosque de hayas. Es el conocido como hayedo de Altube.
Aventurarse en su interior es siempre un ejercicio recomendable. Su manto de
hojarasca, su perenne sombra, su frondoso frescor conforman un cúmulo de
sensaciones para el caminante que hacen de la excursión un grato paseo. Si
además la caminata es otoñal -por estas fechas- y le añadimos la berrea y los
tonos ocres de la hoja caduca, la experiencia se puede convertir en
inolvidable.
Una excelente propuesta para transitar por esta mancha de hayas es la
ascensión al Burbona. Más que una ruta de montaña, un sencillo paseo por suaves
lomas cubiertas de hayas.La excursión comienza en el Parketxe de Sarría (Centro
de Interpretacion del Parque Natural de Gorbeia).
Allí debemos descender hasta la entrada del aparcamiento y coger una
pista de tierra que nace frente a la caseta de información. Paradójicamente.
todo este tramo inicial de la marcha discurre entre pinos, y no ofrece dudas.
Sólo hay que seguir la pista principal, que asciende hasta el cordal principal.
Cerca ya de él nos toparemos con una bifurcación, donde seguiremos por la
derecha hasta un cruce con una cruz de señales (0h.35'), justo a los pies del
Kamurazabal. Estamos ya en la línea de cumbres que nace en Altube y muere, mucho
más al norte, en el Nafarkorta.

A partir de aquí no hay más que seguir hacia el Norte (dcha.) la
pista que discurre a través del hayedo por el cordal. Un delicioso paseo que
coincide en todo este tramo con la GR-12 (Travesía de Euskal Herria) y nos
lleva, casi sin darnos cuenta, hasta el Burbona (934 m.), indicado en una cruz
de señales (1h.30') en medio de las hayas. Desde el desvío (izda.) hasta el
buzón-cohete apenas hay doscientos metros.

Desde aquí, desandamos el camino para retornar al Parketxe (2h.45'),
aunque los más montañeros pueden seguir el cordal cimero y visitar los otros dos
Burbonas de esta curiosa montaña con triple cima antes de descender, siguiendo
una pista forestal (O), hasta el refugio y puente de Aldarro (2h.30') para
continuar junto al río Baias hasta el Parketxe (3h.10').
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KAPILDUI-BARRANCO AYUDA
Al oeste del Parque Natural de Izki, ya en tierras de Treviño, el río
Ayuda dibuja en su tramo entre Okina (Álava) y Sáseta (Treviño) un precioso
barranco de gran interés medioambiental. Tanto que está incluido en la red
Natura 2000 de espacios protegidos. Esta estrecha y profunda garganta ofrece un
espectacular paisaje que incluye saltos de agua, pozas de agua cristalina, un
rico bosque de ribera, hayedos centenarios, peñascos desplomados y una nutrida
fauna con el visón europeo como gran referente.
Recorrer este desfiladero, por el que discurre el GR-38 (Ruta de Vino
y el Pesado) es siempre un aliciente. Que crece si hablamos del otoño, una
estación en la que lo colores y los matices del paisaje se disparan en este
territorio privilegiado.

El punto de partida de la excursión es el Okina, un aislado núcleo
rural próximo a los límites con Treviño y que además ofrece una segunda opción
de paseo otoñal: conocer el frondoso hayedo del Butxisolo, un escolta de lujo
del Kapildui, la montaña que domina este territorio.
Desde la iglesia de este remoto pueblo perteneciente a Bernedo, hay
que encaminarse hacia el desfiladero (S). Según nos intermanos en el, la pista
forestal se convierte en un cómodo camino que recorre el cañón pegado al río. Es
el momento de olvidarse de las prisas y recorrerlo disfrutando del sonido del
agua, de las cascadas de sus afluentes, de sus escarpes, de su exhuberante
vegetación, de su molino... Sin darnos cuenta de que en algo más de una hora
habremos llegado a Sáseta, pueblo burgalés en el que desemboca el
desfiladero.

De vuelta a Okina, vamos a conocer el hayedo de Butxisolo. Se toma el
mismo camino que al desfiladero, aunque al poco de dejar atrás las casas, se
coge un desvío a la izquierda. Y otro, unos metros más allá. Inmediatamente
comenzamos a ganar altura por el barranco de Zezabala con excelentes vistas de
Okina y la vertiente oriental del Pagogán. Más arriba, el camino nos obliga a
elegir a la entrada misma del hayedo. Un vial se interna entre los árboles y el
otro lo bordea. Da igual; ambos se unen más arriba.
Tras un par de revueltas, la pista se vuelve a bifurcar (0h.45').
Seguimos por la izquierda hasta una pequeña campa rodeada de hayas. Continuamos
un difuso camino hacia la derecha, que remonta hasta un abrevadero (1h.00').
Estamos ya en el corazón del bosque. Sea cual sea la dirección elegida,
disfrutaremos de sus colores, sus olores, su mullido manto de hojarasca antes de
retornar a Okina.
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CAÑÓN DE IZKI
El río Izki es un afluente del Ega, tributario a su vez del Ebro y al
que desemboca cerca de Santa Cruz de Campezo. Nace en el corazón del Parque
Natural al que da nombre y pasa por Korres. Dejado atrás el único núcleo poblado
existente en el interior del espacio natural, abandona el Parque camino de
Bujanda por el cañón de Izki, un exuberante y angosto desfiladero entre las
peñas de Muela y Soila, inconfundibles desde el sur por su altivo perfil de proa
de barco.

Atravesar este barranco en otoño es una delicia. La variedad de
especies forestales que conforma su bosque de ribera otorga una policromía
difícil de ver en el paisaje vasco. El contraste con la roca de los cortados de
Soila y Muela no hace más que engrandecer el paraje, que da paso a un bosque de
hayas y robles que en absoluto desmerece a su antecesor.
Partimos, en Korres, desde el Parketxe y atravesamos el caserío
medieval, admirando los pasadizos y las fachadas con sus puertas de madera
adornadas con eguzkilore, hasta la iglesia. A su derecha, una callejuela sale
del pueblo y pasa junto a la cueva de La Ballena. Unos metros más abajo, tomamos
una desviación a la izquierda. Es el ancestral camino que unía Korres con
Bujanda a través del barranco de Izki, que nosotros vamos a recorrer en su
integridad.

En el primer tramo discurre a media ladera, por la margen izquierda,
justo bajo los farallones, lo que permite disfrutar de una panorámica general de
su exhuberante vegetación y de los acantilados que encañonan el barranco. Más
adelante, pasamos junto a la presa Aranbaltza y descendemos hacia el río, hasta
un cruce en el que confluye el enlace a la Senda Antoñana (0h.30'). Seguimos el
vial de la derecha, aunque a los pocos metros tomamos un sendero a la izquierda.
Se trata de un desvío provisional, que se adentra en el frondoso bosque para
conocer el viejo puente de Lagabia, ya que un poco más adelante retorna a la
pista, que ya no abandonamos y que, tras un amplio cruce con rotonda incluida,
discurre entre campos de cultivo hasta Bujanda (1h.10').
El retorno a Izki lo hacemos por el mismo camino, aunque los más
montañeros pueden tomar la senda Antoñana y seguir por ella hasta su enlace con
la Senda El Agin, que asciende hasta el Soila y retorna a Korres por su
vertiente Norte (3h.00').
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HAYEDO DE OTZARRETA
A todos nos han contado alguna vez un cuento de gnomos y duendes que
viven en un bosque mágico, con árboles forrados de musgo, cubierto perennemente
de una alfombra de hojarasca y surcado por una serpenteante arroyo de aguas
cristalinas y tintineantes. Pues bien, ese bosque existe. Y no se encuentra en
tierras remotas surgidas de la imaginación de un escritor, sino bien cerca. Está
en el Parque Natural de Gorbeia y se llama Otzarreta.
Es un bosque pequeño, apenas unas hectáreas, pero son suficientes
para acoger un paisaje que nos traslada a tierras de ensueño. Y que, como no
podía ser de otra forma, en otoño luce en todo su esplendor. Se encuentra en el
extremo oriental del Parque Natural de Gorbeia, en la frontera entre Álava y
Bizkaia muy cerca de otro paisaje singular de esta gran reserva de la naturaleza
vasca: la turbera y humedal de Saldropo, donde completaremos la excursión.

La excursión comienza en el puerto de Barazar, un punto clave desde
tiempos inmemoriales en la conexión comercial entre la meseta y la costa. Junto
al restaurante Bengoetxea parte una pista que se dirige a Saldropo. Este tramo
aún lo podemos hacer con el coche, entre alerces japoneses y cipreses Douglas de
repoblación. En una primera bifurcación seguiremos por la derecha y será en la
siguiente donde dejaremos ya el vehículo para iniciar el paseo. El ramal de la
izquierda lleva al hayedo y el de la derecha, a Saldropo, lo que nos permitirá
completar un recorrido circular.
Nos dirigimos primero a Otzarreta por una pista en buen estado.
Transitamos entre los bosques que acabamos de cruzar y pastos que permiten
divisar el Gorbeia en el horizonte. El camino apenas tiene desnivel y en menos
de media hora de cómodo paseo llegamos a una bifurcación. Justo entre los dos
ramales descubrimos el bosque de Otzarreta, un pequeño hayedo formado por apenas
un centenar de ejemplares surcado por el regato que le da nombre. Caminar sin
rumbo entre las hayas nos permitirá descubrir que son trasmochas: sus ramas no
se extienden en horizontal, sino que crecen hacia el cielo ya que las originales
fueron cortadas por los carboneros para elaborar su negro combustible
vegetal.

Tras disfrutar de este idílico paraje, retomamos la caminata por el
camino que delimita el hayedo por la izquierda y que gana altura con suavidad.
El objetivo es Saldropo, así que en la siguiente bifurcación seguimos por la
derecha. La pista nos lleva al portillo de Upeta, que da paso a una vaguada
encajonada entre el Eneabe, inconfundible por sus antenas, y el Bastelarra,
herboso escolta menor del rocoso Arralde. Es el momento de dejar la pista
principal y tomar (dcha) otra que conduce directamente al humedal de Saldropo,
cuya turbera quedó prácticamente extinguida por su aprovechamiento para
jardinería y la agricultura a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y hasta
la calificación de este espacio como Parque Natural (1994). Un recorrido
circular balizado y reforzado por paneles informativos permite descubrir este
singular y delicado ecosistema antes de volver por la pista principal al coche
(2h.30’)
LOS BOSQUES DEL SANTUARIO DE URKIOLA

El alto de Urkiola y su cercano Santuario conforman el punto
neurálgico del Parque Natural. Allí se ubica el Centro de Interpretación
(Toki-Alai) y desde allí parten rutas a la práctica totalidad de sus cumbres.
Aún más, su entorno aglutina todo un muestrario de la riqueza etnográfica,
natural y paisajística del Parque. Y los bosques de hayas que pueblan el entorno
de Santuario son uno de sus mayores tesoros. Un territorio, por cierto, ocupado
originariamente por abedules ('urkia'), que son el origen de la denominación de
Urkiola.
Primero conoceremos el hayedo que se alza al sur del Santuario, al
que accedemos tras cruzar entre el pequeño caserío que tiene adosado el templo.
En su tiempo los edificios acogieron la hospedería, el hospital y el resto de
'servicios' del santuario. Una ancentral calzada (data del siglo XVII, aunque la
actual es una reforma) nos lleva entre las hayas en un breve paseo hasta la
ermita de Santa Apolonia, también llamada de Santutxu, edificada en 1515 sobre
una fuente a la que se atribuyen propiedades curativas. Según la tradición, los
que padecen dolor de muelas deben llenar la boca de agua, dar tres o siete
vueltas alrededor de la ermita y arrojar el líquido en su interior invocando a
la Santa.
De vuelta al Santuario, no podemos dejar de tocar la gran roca que
hay ante su pórtico, a la que se le atribuyen poderes prodigiosos. La llaman
'Tximastarri' y la tradición asegura que es un meteorito. Nada de eso, pues no
deja de ser una piedra de cantera. El caso es que según la tradición obra
milagros. La costumbre es dar siete vueltas a la gran roca. El Santo, defensor
de las causas perdidas, garantiza encontrar pareja al romero/a que se lo pida
con fe y convencimiento en los poderes del santo.
Vamos ahora a conocer el hayedo que se extiende al norte del
Santuario, hasta el mirador de las Tres Cruces. Primero conoceremos la nevera
que hay al otro lado de la carretera y luego recorreremos el cercano vía crucis
hasta el espectacular mirador de las tres cruces, construido en 1943 por encargo
póstumo de un fiel. Por el camino pasaremos junto a la ermita de la Vera Cruz y
del Santo Cristo. El actual edificio data de 1665, tras resultar destruida por
unas fuertes nevadas. De vuelta al Santuario es el momento de obviar el camino y
deambular entre las hayas, disfrutando de sus colores, oliendo la humedad del
hayedo, sintiendo el poder y el misterio que emanan los bosques caducifolios en
otoño.
Indicaciones para no perderse:
HAYEDO DE BURBONA
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